domingo, 5 de enero de 2014

Batalla interior

Aquí estoy, con mi espada de juguete.
Me la regaló mi papá. Ahora está rota, el mango apenas puede sujetar la hoja y ya no tiene punta.

Llevo mucho tiempo luchando, antes lo hacía con todas mis ganas, golpeando a todos esos monstruos que me asustaban, a todas esas cosas que aparecían sin que yo hiciese nada y me provocaban ese dolor y esa sensación tan extraña que me cansaba tanto, y que no dejaba que diese ni patadas a un balón. Ya no tengo fuerzas para pegar a esos monstruos, y lo único que puedo hacer es esconderme, pero cada vez estoy más cansado y ya apenas puedo hablar. Solo duermo, duermo mucho. No quiero dormir tanto.

No entiendo por qué me atacan a mi. Creo que no he hecho nada para enfadar a nadie. Siempre comparto las cosas que tengo y no me porto mal. Mis papás siempre han dicho que están orgullosos de mi. No sé muy bien qué significa, pero siempre sonríen cuando lo dicen, y a mi me gusta verles así. El trimestre pasado saqué muy buenas notas, y saqué la nota más alta de la clase en gimnasia. Yo creo que soy bueno, además tengo muchos amigos, vienen a casa a jugar o vamos mi mamá y yo a la suya.

Siempre le digo a mi mamá que vayamos a sus casas a merendar, porque sus madres siempre nos preparan buenas merendolas, y sobretodo a casa de María, que su papá trabaja en una tienda de juguetes y tiene muchas cosas. Lo pasamos muy bien y nos reímos mucho. Lo que más me gusta merendar es pan con chocolate, pero luego siempre nos tenemos que lavar los dientes, que si no se nos caen, y yo no quiero crecer sin dientes.

Últimamente cuando vienen a visitarme casi no me entero de nada. Escucho voces, y algunas veces no puedo saber de quién son. No tengo fuerzas apenas para abrir los ojos. Yo quiero ver quién viene a visitarme, pero no puedo. Me veo escondido, creo que si salgo y esos monstruos me ven, me pegarán más fuerte y no quiero que me peguen. Tengo miedo de enfrentarme a ellos yo solo. Creo que voy a dorm... esa parece la voz de María.

¡Sí, es la voz de María!. La reconozco. ¡Y la de Nacho!. ¡Y ese es Pepón!. ¡Y escucho también a la madre de Pepón!. ¡Y ese que habla ahora es Juan!. Están aquí mis amigos.

No puedo abrir los ojos para verles, ni puedo saludarles. No tengo fuerzas, pero yo quiero estar con ellos. Quiero jugar con ellos, reír con mis amigos y hacer cosas juntos.

Creo que ya voy a dormirme, no aguanto más.


Parece que los monstruos me han descubierto, los veo venir y la cabeza me duele mucho. Intento acurrucarme más contra la pared de mi escondite y cierro los ojos, estoy llorando y nadie me escucha porque no puedo hablar, ni gritar ni nada. Yo quiero ir con mis amigos, es lo que más quiero del mundo. Con mis amigos y mis papás.

 Noto como uno de esos monstruos me muerde.

Me duele. Y me da mucha rabia.

Con mis amigos y mis papás.

Y de repente, un ruido fuerte, como un golpetazo. Y todo deja de doler.

Cuando quiero mirar al monstruo lo veo en el suelo, no se mueve. A mi lado veo un monstruo gigante, pero no como los otros feos, este es gracioso, es verde fosforito. Y lleva un garrote. Un garrote enorme.
Me mira y me sonríe. Me da su mano y me ayuda a levantarme.

¡Es el muñeco que le compramos a Nacho en su cumpleaños! ¡pero es súper gigante!

Me seca las lágrimas con uno de sus dedos verdes y señala una zona detrás nuestra de la que salen más monstruos de colores.

¡También está el mono-luchador que regalamos a Pepón! ¡Y también es muy grande!

Detrás de ellos están la Señorita Bibi y el Zorro de hielo. ¡Son los muñecos de María y de Juan!
¡Y hay muchos más! ¡Ese de ahí es de Nicolás, y el otro tan fuerte de su hermano Carlos! ¡Y todos los soldaditos de Joel! ¡Y... y... están todos los muñecos de mis amigos!

La señorita Bibi me ha dado esta espada de madera nueva. Me gusta mucho. Ya no tengo miedo. Quiero ir con mis amigos y mis papás. ¡CON MIS AMIGOS Y MIS PAPÁS!

Todos se colocan delante mía y me sonríen mientras echamos a correr. Yo soy pequeñito comparado con los demás, que van pegando y dando patadas a todos esos bichos feos que me hacían daño. Ahora ya no tengo miedo con ellos a mi lado y con esta espada. Pego a uno, a otro, a otro, cada vez corremos más rápido, ya no estoy cansado...







- ¿Has visto al niño de la 214?
- Tiene la habitación llena de muñecos, ¿no?
- Sí, se los trajeron sus compañeros del colegio hace unas semanas. Vinieron lo menos 15 niños. Y cada pocos días viene alguno más a traerle otro muñeco.
- ¿Ese es el de la quimio? Esta muy malito, ¿verdad? No pintaba nada bien.
- Pues contra todo pronóstico, desde hace días, el tratamiento está funcionando...



miércoles, 26 de junio de 2013

Déjà vu

Lectores míos, viajad conmigo al año 3000, por ejemplo. Un saltito de 987 años.
Los packs vacacionales tal y como los conocemos ahora, han desaparecido. Todo eso de ir a un complejo hotelero en un país a 2000 kilómetros de nuestra casa para conocer culturas o probar experiencias nuevas, ya no existe. Si quieres viajar, sólo tienes que ir a un locutorio espacial y seleccionar, en la cabina de transporte, las coordenadas de dónde quieras aparecer. Ahora, para las vacaciones, lo que se lleva son los viajes en el tiempo. Al pasado, más concretamente, claro.

Ahora imaginad que sois uno de esos humanos del año 3000. De ahora en adelante, "Futuranos". ¿Dónde vais a ir este verano de vacaciones? ¿Qué tal a España, al año 2008, a ver qué tal está el sector inmobiliario? Sientes curiosidad por ver como se vivía antes de las casas-cápsula de ahora. Dicho y hecho. Pagas los créditos necesarios (los euros, junto con Europa, desaparecieron) y viajas al año 2008.

Apareces en plena Gran vía. Ves cientos de medios de locomoción contaminantes que no hacen más que generar ruido. Ves muchísima gente, vestida de las más variopintas maneras. Te extraña que no lleven trajes especiales para los rayos UVB, tan perjudiciales en el año 3000. Entonces te das cuenta que tú tampoco llevas el traje. En el pack vacacional te han incluido un traje compuesto de pantalón y camiseta. Es cómodo, y parece ser de eso que llamaban algodón, el tejido ese que desapareció hace muchos años.

Te quedas maravillado por el caos que tienes delante. La gente va con mucha prisa, los automóviles (por fín, recuerdas el nombre) no hacen más que utilizar el claxon y se utiliza un lenguaje vulgar y malsonante para dirigirse a otras personas.
Una mujer se te acerca y te pide que le des la hora. Recuerdas que leíste una vez que en el pasado el tiempo se medía en intervalos pequeños para hacer coincidir a la gente en un momento determinado. Haces como que no has escuchado a la mujer y sigues andando, lo mejor es no llamar la atención. Oyes murmurar a la mujer algo de tu madre que no logras comprender.

Te acercas a un puesto ambulante y ves lo que parece ser una manzana que brilla mucho. Tiene un palo clavado y ves que un niño, que tiene una igual, la chupa.
Compras una y le pagas al vendedor con un billete de los morados de esos que te han dado para tus gastos en 2008 y te marchas. El vendedor te mira con desconfianza mientras te despides y te vas.

Sigues andando por la calle admirando edificios, tiendas, y a los más variopintos personajes, cuando te das cuenta de que se te ha acabado la manzana y sólo te queda el palo. Un chico pasa por tu lado y ves que lanza al suelo el papel de una especie de bollo de harina que va comiendo. Supones que hace bien y tú también arrojas el palo de la manzana de caramelo al suelo.

La mala suerte hace que un niño que paseaba detrás tuya pise el palo y resbale, con lo que cae a la carretera y un camión de tres ejes le pase por encima y lo mate.

_/_/_/_/_/_/_/_/_/_/_/_/

Bien. Volvemos al año 3000. La alarma de "modificación temporal no programada" suena en las dependencias de la agencia de viajes temporales y en apenas un instante, dos operarios viajan a la Gran Vía, al año 2008, justo unos segundos antes de que tú lances el palo al suelo.

_/_/_/_/_/_/_/__/_/_/_/

Sigues andando por la calle admirando edificios, tiendas, y a los más variopintos personajes, cuando te das cuenta de que se te ha acabado la manzana y sólo te queda el palo. Un chico pasa por tu lado, os miráis, parece que le suenas y a tí te pasa lo mismo, pero no sabes de qué. Ves que lanza al suelo el papel de una especie de bollo de harina que va comiendo. Unos hombres que pasan por tu lado, te empujan sin querer y te piden disculpas. Las aceptas y sigues caminando. Te das cuenta de que ya no tienes el palo. Bueno, no pasa nada

Tanto tú como el chico del bollo acabáis de experimentar un Déjà vu o, lo que es lo mismo, una intervención de los agentes temporales futuranos evitando una situación insostenible para el futuro. Crees haber vivido una situación, y ciertamente la has vivido, pero está recortada.


ÉSTA, y no otra, es mi teoría sobre lo que es un Déjà vu.

domingo, 8 de julio de 2012

El nuevo amigo

Ya comenté en páginas anteriores de este diario, que nuestras armaduras, hechas de un material desconocido y que nos ofrecían una protección que jamás habríamos imaginado, nos fueron fabricadas por uno de los denominados demonios. Uno que, sin embargo, poco o nada tenía que ver con los que estábamos acostumbrados a tener delante en el campo de batalla.

No han sido muchas las clases de demonios que nos hemos encontrado en estos años. Podríamos decir que el grueso de las fuerzas, o el soldado de a pie, por llamarlo de alguna forma, es poderoso. Cuerpo potente y de más de dos metros de altura. Gran fuerza. Les hemos visto partir la espalda de un hombre de un golpe seco. Son de color rojizo y ojos negros como la noche.

Los demás no se alejan mucho de esta descripción, más allá de ser más o menos grandes. A excepción de ese tan enorme que nos encontramos, alado y de enorme tamaño y que debía ser algo muy especial. Consiguió huir. Nos vino bien, porque no teníamos muy claro como podríamos vencer algo tan poderoso.

Volviendo al principio, nuestras armaduras fueron construidas por un ser que difiere bastante de todo lo visto hasta ahora. No hemos visto otro como él. Apenas 60-65 centímetros, piel de un azul eléctrico. Muy delgado, enclenque, como si se fuese a romper al tocarlo. Nada más lejos de la realidad, cuando lo encontramos, uno de los nuestros fue lanzado a más de 6 metros de distancia al ir a capturarlo.

Él mismo se entregó. No opuso resistencia más que en ese momento, porque se vió amenazado. Desde ese día, nos hizo entender a base de gestos y gruñidos que estaba de nuestra parte. No sabemos el motivo, pero hasta ahora nos ha sido de mucha ayuda. Verle trabajar con sus herramientas es algo mágico.
Sus manos se pierden en el viento, El brillo que estalla tras cada martillazo ciega la vista, la velocidad y fuerza con la que golpea el yunque haría estremecer al mismísimo Thor.

No sabemos cómo construye las armaduras y las armas de esa aleación extraña, puesto que sólo disponemos de materiales básicos. ¿Un alquimista capaz de convertir cualquier cosa en lo que necesite? Lo desconocemos. Lo que sí sabemos es que estamos en deuda con él.  Tampoco sabemos los motivos que le llevan a ayudarnos, pero poco a poco se ha convertido en uno de los nuestros.
Esta noche, por primera vez, está cenando con nosotros. Hasta ahora le manteníamos encerrado por seguridad. Nunca se puso agresivo y parecía entender por qué lo hacíamos. Estamos cenando cerdo, para más señas. Parece ser que no lo había probado nunca pues lo olisqueaba mucho. Ahora come en silencio y escuchando. Como si estuviese aprendiendo, como si nos estuviese estudiando.

Se aproxima una gran tormenta. El cielo, oscurecido, se va tornando aún más negro a medida que se acerca. Promete agua. Mucha, como la última vez. Hemos aprendido a bailar bajo la lluvia, así que ya no nos dan miedo estas tormentas. No con estas armaduras. No con estas armas. No con nuestro amigo azul de nuestro lado.

Dios nos guarde.
Buena suerte a todos.

Dia 5549 Tras dia D
VDR

miércoles, 6 de junio de 2012

Toma de contacto

La explosión fue devastadora.

Decenas de soldados saltaron por los aires cuando la roca explosiva impactó apenas unos metros delante nuestra. Nuestra raza es dura, haría falta mucho más para causarnos alguna baja. Era una emboscada en toda regla que no podíamos evitar de ninguna forma si queríamos llegar a nuestro destino. ¿Quién dijo miedo? Al fin y al cabo, no hay mayor honor que caer en batalla junto a tus hermanos.

Ese fue el inicio de un ataque. Realmente no era un ataque muy planificado, y apenas constó de dos partes. Primero la roca explosiva, y después una carga en tromba frontal que no tenía mucha lógica. Claro que, no vamos a pedirles a los salvajes una estratégica labor en esta guerra.

A mi orden, todos se pusieron en posición.Apenas llevaba con ellos dos días y ya se habían dado cuenta de mis conocimientos y de que, si querían seguir vivos, lo mejor era hacerme caso. Mis soldados no eran más listos que una piedra, pero eran obedientes. Y eran muy buenos guerreros. Feroces. Imparables. Y no conocían el miedo.

Con un par de órdenes más, pudimos rodearlos. Quedamos en una situación en la que unos 80 enemigos estaban dentro de un círculo formado por nuestros 40 hombres en esa estrecha garganta. Inferioridad la nuestra, pero sólo numérica. Nosotros lo sabíamos, y nuestros enemigos lo sabían. Pude ver al que creí el cabecilla de ese ataque escabullirse en lo alto de la garganta. Seguramente iría a contar lo que había visto. Sé que quedaron sorprendidos de que una raza a la que creían tan tosca, les hubiese sorprendido así. Tiraron las armas a regañadientes. Querían que tuviese clemencia.

Era hasta gracioso que unos seres que desde hace tiempo masacraban a los míos, unos salvajes que me clavarían un puñal en la garganta en ese momento si tuviesen ocasión, me suplicaran compasión. Me suplicaran piedad...

¿Piedad? En su día nos sometieron, consiguieron reducirnos a... partículas de polvo, a escombros... nos dejaron siendo retales de una tribu que tocó fondo... una tribu clavada al muro de las razas menores, insignificantes.. que tuvo que quitarse a la fuerza esos clavos ensangrentados que sujetaban su amor propio y su confianza. Nuestra forma de vida fue totalmente enviada a un pozo sin fondo. De un día para otro, todo lo que habíamos construido durante siglos, no valía para nada si queríamos sobrevivir en esta guerra infernal.

Piedad. Una palabra que de tanto ser nombrada por bocas sucias, perdió su valor hace mucho tiempo. Los justos pueden usarla porque creen en ella. Los demás creen poder usarla, cuando no tienen derecho.

Mis soldados seguían apuntando al enemigo.
Me encontraba ante la primera gran decisión en un campo de batalla verdaderamente hostil. Esa decisión marcaría lo que quería ser desde ese momento en adelante. Cómo quería ser recordada. Cómo, a partir de ese momento, sería respetada por mis soldados. ¿Benevolente? ¿Implacable? ¿Cómo correrían las noticias? ¿Sería la compasiva o la ejecutora? Suspiré y les sonreí. Estaban aterrados. Temblaban.
Terminé riendo, contagiando a mis hombres. Esos salvajes también reían, presa del nerviosismo y el  miedo.

Envainé mi acero y antes de darme la vuelta para seguir mi camino, pude ver un gesto de alivio en las caras de esos salvajes. Nada más lejos de la realidad. ¿Que me importaba mi fama? La fama para los muertos.

- ¡Rabia y honor, soldados! ¡Ya saben que estamos aquí! - Les grité.


Matadlos.



martes, 22 de mayo de 2012

Réquiem

Llueve a cántaros. Mis botas se hunden varios centímetros en este barro frío. Estamos bajo cero y hay mucha niebla. Podría estar con mis compañeros tomando una sopa y contando historias con las que nos reímos bastante. Nos conocemos desde hace mucho y sabemos lo que nos hace falta en cada momento.

Pero hoy tenía que venir aquí. A rezar.

Mi padre siempre fue muy filosófico. Para cualquier circunstancia tenía algo que decir, y siempre algo muy acertado. No era el típico hablador, sabía lo que decía. Siempre me apoyó en los momentos difíciles. Y en mi vida he tenido muchos. Muchas elecciones que han dado giros a mi vida de un día para otro. Él siempre estuvo ahí para darme el empujón que me faltaba. Desde pequeño me enseño que la vida es para los valientes, para los que nuca dan marcha atrás, ni para coger impulso. De los que van siempre mirando hacía el frente.

Recuerdo que cuando tenía apenas 8 años y jugaba al fútbol, me rompí una pierna. Dije que no quería seguir jugando, aún con lo mucho que me gustaba. Grité y chillé que no quería que me hiciesen daño nunca más. Mi padre me dió un guantazo. Es la única vez que recuerdo que me haya puesto la mano encima.  Me agarró por los hombros y me dijo, mirándome a los ojos, que en nuestra familia el caerse estaba permitido, pero que el levantarse era obligatorio. Cuando esa pierna sanase, seguiría jugando al fútbol. De hecho, lo hice.

Muchos años han pasado de aquello, pero aún conservo esa filosofía, que he llevado a todos mis destinos inculcándola a mis hombres. Caerse está permitido. Levantarse es obligatorio.

Cuando cumplí los 18 y me alisté en el ejército, él no se opuso. Vengo de una familia en la que hay médicos, algún escritor, maestros.. incluso hay algún deportista con mayor o menor éxito. Soldados no hubo ninguno. Y él no se opuso. Sólo me dijo que eligiese lo que de verdad me gustase, lo que me fuese a llenar como persona. Lo que me fuese a hacer feliz. Intente hacerle ver por qué me gustaba el ejército, pero el me chistó porque no tenía que convencerle de nada, él iba a estar ahí conmigo siempre para apoyarme. - Hijo, en lo que sea, pero el mejor- Me dijo. Así era mi padre.

En una de mis primeras misiones de reconocimiento, siendo cabo aún, recibí un disparo. La verdad es que fue un disparo que podría haberme matado, pero el destino, azar o como se quiera llamar hizo que la trayectoria de la bala de aquel rifle de francotirador se desviase lo suficiente para no atravesar nada que me causase un gran daño. Tengo que decir que me asusté mucho, y en el hospital, con algún tubo enganchado a mi cuerpo le comenté a mi padre la posibilidad de dejar el ejército. Tenía miedo. Recuerdo su mirada, fría como el hielo. Profunda. Agresiva. - Retirada nunca. Rendirse jamás, Lucha por ésto. Es lo que te gusta.- Fueron sus palabras. Y se marchó.

Sólo vino a verme tres días después, cuando mi madre le dijo que iba a volver a mi puesto, que no quería dejarlo. Sabía como convencer a los demás. Puede que mi padre fuese algo manipulador, pero jamás por malicia o en beneficio propio. Lo hizo porque sabía que era lo que yo quería.

Seguí su consejo. Siempre lo he hecho durante toda mi vida. Siempre acerté porque él siempre acertó. Porque nunca reculaba. Prefería pedir disculpas que pedir permiso. Qué grande.

Hoy se cumplen, si mis cálculos no me fallan, doce años de su muerte.
No fué por ningún ataque, ni ninguna explosión ni ninguna herida. Murió en la cama. Durmiendo. Como deberíamos morir todos. Al menos es algo que me reconforta de su pérdida.

No hay día que no me acuerde de él, de sus enseñanzas y de que ojalá estuviese a mi lado para guiarnos a todos. Seguro que tendría algo que decir para hacer todo más llevadero.

Gracias por todo, papá.

Dios nos guarde.
Buena suerte a todos.

Día 5541 Tras día D.
VDR