domingo, 8 de julio de 2012

El nuevo amigo

Ya comenté en páginas anteriores de este diario, que nuestras armaduras, hechas de un material desconocido y que nos ofrecían una protección que jamás habríamos imaginado, nos fueron fabricadas por uno de los denominados demonios. Uno que, sin embargo, poco o nada tenía que ver con los que estábamos acostumbrados a tener delante en el campo de batalla.

No han sido muchas las clases de demonios que nos hemos encontrado en estos años. Podríamos decir que el grueso de las fuerzas, o el soldado de a pie, por llamarlo de alguna forma, es poderoso. Cuerpo potente y de más de dos metros de altura. Gran fuerza. Les hemos visto partir la espalda de un hombre de un golpe seco. Son de color rojizo y ojos negros como la noche.

Los demás no se alejan mucho de esta descripción, más allá de ser más o menos grandes. A excepción de ese tan enorme que nos encontramos, alado y de enorme tamaño y que debía ser algo muy especial. Consiguió huir. Nos vino bien, porque no teníamos muy claro como podríamos vencer algo tan poderoso.

Volviendo al principio, nuestras armaduras fueron construidas por un ser que difiere bastante de todo lo visto hasta ahora. No hemos visto otro como él. Apenas 60-65 centímetros, piel de un azul eléctrico. Muy delgado, enclenque, como si se fuese a romper al tocarlo. Nada más lejos de la realidad, cuando lo encontramos, uno de los nuestros fue lanzado a más de 6 metros de distancia al ir a capturarlo.

Él mismo se entregó. No opuso resistencia más que en ese momento, porque se vió amenazado. Desde ese día, nos hizo entender a base de gestos y gruñidos que estaba de nuestra parte. No sabemos el motivo, pero hasta ahora nos ha sido de mucha ayuda. Verle trabajar con sus herramientas es algo mágico.
Sus manos se pierden en el viento, El brillo que estalla tras cada martillazo ciega la vista, la velocidad y fuerza con la que golpea el yunque haría estremecer al mismísimo Thor.

No sabemos cómo construye las armaduras y las armas de esa aleación extraña, puesto que sólo disponemos de materiales básicos. ¿Un alquimista capaz de convertir cualquier cosa en lo que necesite? Lo desconocemos. Lo que sí sabemos es que estamos en deuda con él.  Tampoco sabemos los motivos que le llevan a ayudarnos, pero poco a poco se ha convertido en uno de los nuestros.
Esta noche, por primera vez, está cenando con nosotros. Hasta ahora le manteníamos encerrado por seguridad. Nunca se puso agresivo y parecía entender por qué lo hacíamos. Estamos cenando cerdo, para más señas. Parece ser que no lo había probado nunca pues lo olisqueaba mucho. Ahora come en silencio y escuchando. Como si estuviese aprendiendo, como si nos estuviese estudiando.

Se aproxima una gran tormenta. El cielo, oscurecido, se va tornando aún más negro a medida que se acerca. Promete agua. Mucha, como la última vez. Hemos aprendido a bailar bajo la lluvia, así que ya no nos dan miedo estas tormentas. No con estas armaduras. No con estas armas. No con nuestro amigo azul de nuestro lado.

Dios nos guarde.
Buena suerte a todos.

Dia 5549 Tras dia D
VDR

miércoles, 6 de junio de 2012

Toma de contacto

La explosión fue devastadora.

Decenas de soldados saltaron por los aires cuando la roca explosiva impactó apenas unos metros delante nuestra. Nuestra raza es dura, haría falta mucho más para causarnos alguna baja. Era una emboscada en toda regla que no podíamos evitar de ninguna forma si queríamos llegar a nuestro destino. ¿Quién dijo miedo? Al fin y al cabo, no hay mayor honor que caer en batalla junto a tus hermanos.

Ese fue el inicio de un ataque. Realmente no era un ataque muy planificado, y apenas constó de dos partes. Primero la roca explosiva, y después una carga en tromba frontal que no tenía mucha lógica. Claro que, no vamos a pedirles a los salvajes una estratégica labor en esta guerra.

A mi orden, todos se pusieron en posición.Apenas llevaba con ellos dos días y ya se habían dado cuenta de mis conocimientos y de que, si querían seguir vivos, lo mejor era hacerme caso. Mis soldados no eran más listos que una piedra, pero eran obedientes. Y eran muy buenos guerreros. Feroces. Imparables. Y no conocían el miedo.

Con un par de órdenes más, pudimos rodearlos. Quedamos en una situación en la que unos 80 enemigos estaban dentro de un círculo formado por nuestros 40 hombres en esa estrecha garganta. Inferioridad la nuestra, pero sólo numérica. Nosotros lo sabíamos, y nuestros enemigos lo sabían. Pude ver al que creí el cabecilla de ese ataque escabullirse en lo alto de la garganta. Seguramente iría a contar lo que había visto. Sé que quedaron sorprendidos de que una raza a la que creían tan tosca, les hubiese sorprendido así. Tiraron las armas a regañadientes. Querían que tuviese clemencia.

Era hasta gracioso que unos seres que desde hace tiempo masacraban a los míos, unos salvajes que me clavarían un puñal en la garganta en ese momento si tuviesen ocasión, me suplicaran compasión. Me suplicaran piedad...

¿Piedad? En su día nos sometieron, consiguieron reducirnos a... partículas de polvo, a escombros... nos dejaron siendo retales de una tribu que tocó fondo... una tribu clavada al muro de las razas menores, insignificantes.. que tuvo que quitarse a la fuerza esos clavos ensangrentados que sujetaban su amor propio y su confianza. Nuestra forma de vida fue totalmente enviada a un pozo sin fondo. De un día para otro, todo lo que habíamos construido durante siglos, no valía para nada si queríamos sobrevivir en esta guerra infernal.

Piedad. Una palabra que de tanto ser nombrada por bocas sucias, perdió su valor hace mucho tiempo. Los justos pueden usarla porque creen en ella. Los demás creen poder usarla, cuando no tienen derecho.

Mis soldados seguían apuntando al enemigo.
Me encontraba ante la primera gran decisión en un campo de batalla verdaderamente hostil. Esa decisión marcaría lo que quería ser desde ese momento en adelante. Cómo quería ser recordada. Cómo, a partir de ese momento, sería respetada por mis soldados. ¿Benevolente? ¿Implacable? ¿Cómo correrían las noticias? ¿Sería la compasiva o la ejecutora? Suspiré y les sonreí. Estaban aterrados. Temblaban.
Terminé riendo, contagiando a mis hombres. Esos salvajes también reían, presa del nerviosismo y el  miedo.

Envainé mi acero y antes de darme la vuelta para seguir mi camino, pude ver un gesto de alivio en las caras de esos salvajes. Nada más lejos de la realidad. ¿Que me importaba mi fama? La fama para los muertos.

- ¡Rabia y honor, soldados! ¡Ya saben que estamos aquí! - Les grité.


Matadlos.



martes, 22 de mayo de 2012

Réquiem

Llueve a cántaros. Mis botas se hunden varios centímetros en este barro frío. Estamos bajo cero y hay mucha niebla. Podría estar con mis compañeros tomando una sopa y contando historias con las que nos reímos bastante. Nos conocemos desde hace mucho y sabemos lo que nos hace falta en cada momento.

Pero hoy tenía que venir aquí. A rezar.

Mi padre siempre fue muy filosófico. Para cualquier circunstancia tenía algo que decir, y siempre algo muy acertado. No era el típico hablador, sabía lo que decía. Siempre me apoyó en los momentos difíciles. Y en mi vida he tenido muchos. Muchas elecciones que han dado giros a mi vida de un día para otro. Él siempre estuvo ahí para darme el empujón que me faltaba. Desde pequeño me enseño que la vida es para los valientes, para los que nuca dan marcha atrás, ni para coger impulso. De los que van siempre mirando hacía el frente.

Recuerdo que cuando tenía apenas 8 años y jugaba al fútbol, me rompí una pierna. Dije que no quería seguir jugando, aún con lo mucho que me gustaba. Grité y chillé que no quería que me hiciesen daño nunca más. Mi padre me dió un guantazo. Es la única vez que recuerdo que me haya puesto la mano encima.  Me agarró por los hombros y me dijo, mirándome a los ojos, que en nuestra familia el caerse estaba permitido, pero que el levantarse era obligatorio. Cuando esa pierna sanase, seguiría jugando al fútbol. De hecho, lo hice.

Muchos años han pasado de aquello, pero aún conservo esa filosofía, que he llevado a todos mis destinos inculcándola a mis hombres. Caerse está permitido. Levantarse es obligatorio.

Cuando cumplí los 18 y me alisté en el ejército, él no se opuso. Vengo de una familia en la que hay médicos, algún escritor, maestros.. incluso hay algún deportista con mayor o menor éxito. Soldados no hubo ninguno. Y él no se opuso. Sólo me dijo que eligiese lo que de verdad me gustase, lo que me fuese a llenar como persona. Lo que me fuese a hacer feliz. Intente hacerle ver por qué me gustaba el ejército, pero el me chistó porque no tenía que convencerle de nada, él iba a estar ahí conmigo siempre para apoyarme. - Hijo, en lo que sea, pero el mejor- Me dijo. Así era mi padre.

En una de mis primeras misiones de reconocimiento, siendo cabo aún, recibí un disparo. La verdad es que fue un disparo que podría haberme matado, pero el destino, azar o como se quiera llamar hizo que la trayectoria de la bala de aquel rifle de francotirador se desviase lo suficiente para no atravesar nada que me causase un gran daño. Tengo que decir que me asusté mucho, y en el hospital, con algún tubo enganchado a mi cuerpo le comenté a mi padre la posibilidad de dejar el ejército. Tenía miedo. Recuerdo su mirada, fría como el hielo. Profunda. Agresiva. - Retirada nunca. Rendirse jamás, Lucha por ésto. Es lo que te gusta.- Fueron sus palabras. Y se marchó.

Sólo vino a verme tres días después, cuando mi madre le dijo que iba a volver a mi puesto, que no quería dejarlo. Sabía como convencer a los demás. Puede que mi padre fuese algo manipulador, pero jamás por malicia o en beneficio propio. Lo hizo porque sabía que era lo que yo quería.

Seguí su consejo. Siempre lo he hecho durante toda mi vida. Siempre acerté porque él siempre acertó. Porque nunca reculaba. Prefería pedir disculpas que pedir permiso. Qué grande.

Hoy se cumplen, si mis cálculos no me fallan, doce años de su muerte.
No fué por ningún ataque, ni ninguna explosión ni ninguna herida. Murió en la cama. Durmiendo. Como deberíamos morir todos. Al menos es algo que me reconforta de su pérdida.

No hay día que no me acuerde de él, de sus enseñanzas y de que ojalá estuviese a mi lado para guiarnos a todos. Seguro que tendría algo que decir para hacer todo más llevadero.

Gracias por todo, papá.

Dios nos guarde.
Buena suerte a todos.

Día 5541 Tras día D.
VDR


miércoles, 9 de mayo de 2012

Dia D

Tras tanto tiempo, comienzo a escribir este diario por varios motivos. El primero es para evadirme de todo lo que me rodea durante un rato. Segundo, para seguir creyendo que hay esperanza y, tercero, para que en el caso de que caigamos, nuestras anotaciones sirvan para alguien más.

Recios de Veider.

Así es como nos conocen.  Yo soy Veider. Teniente, para más señas, aunque en este mundo endemoniado ya no sirvan esos antiguos rangos. Aún así, sigo siendo el jefe del grupo, un grupo que a pesar de lo que trajo consigo ese ataque del inframundo, sigue siendo un bloque que no ha sufrido bajas. Por mucho que cueste creerlo, los cinco seguimos con vida.

Estamos ahora mismo en nuestra improvisada base. después del encontronazo con ese demonio enorme.
Tenemos algún herido, pero esperamos que no sea nada grave. Descubrimos que las heridas, sea por el motivo que sea, sanan antes. Y creemos que el tiempo pasa mucho más despacio, puesto que no notamos en nuestros cuerpos su paso, como si se hubiese detenido.  Las armas y armaduras que nos forjó aquel ser que decía estar en contra del ataque de los suyos, son más resistentes que cualquier cosa que hayamos visto, y son eficaces contra los demonios, algo que las escasas armas convencionales que quedan, no. Son de un material que no existe en nuestro mundo, ligero pero a la vez devastador. Aunque no nos fiamos de ese extraño herrero, debemos estarle agradecido.

 Decía Sun Tzu que el arte de la guerra nos enseña a confiar no en que el enemigo no venga, sino en nuestra preparación para recibirle. No en las probabilidades de que no ataque, sino en el hecho de que hayamos preparado nuestra posición para que no pueda ser atacada. Es curioso como un libro de hace tantísimo tiempo, pueda seguir ayudando en estas circunstancias. Lo seguimos al pie de la letra. Se duerme mejor.

Cuando, hace ya quince años, cientos de portales oscuros se abrieron en las principales ciudades del mundo, todas las potencias fueron pilladas por sorpresa. Cuando quisieron actuar ya era tarde y sus armas ineficaces ante un agresor desconocido al que, ante otro nombre mejor, consideramos demonios.

Supongo que todo ser humano debe adaptarse a las circunstancias, aunque estas circunstancias traten sobre convertir todo lo que conoces en cenizas. Todas las grandes ciudades fueron convertidas en polvo y escombros. Ríos, incluso mares, fueron secados. Bosques totalmente devastados. ¿Qué poder puede conseguir algo así? No lo sabemos, pero incluso el cielo se tornó de un tono rojizo pálido perpetuo, que apenas deja entrever el día y la noche.  El aire se nota pesado y cada vez es más complicado ver una flor o un árbol que no tenga indicios de una muerte próxima.

Nosotros éramos miembros de Spectro. Una unidad secreta de operaciones. Cuando el fracaso no era una opción, nos llamaban a nosotros. Sólo 11 personas, entre gobierno y ejército, sabían de nuestra existencia. Nuestro entrenamiento y preparación era muy superior a los Spetsnaz rusos o a los Deltas estadounidenses, fuerzas que cayeron sin apenas oposición..

Al poco de comenzar los ataques, todas las fuerzas del planeta se vieron sobrepasadas. Como digo, las armas convencionales no eran efectivas y en esa época ¿quién sabe manejar una espada o un hacha?
Con el paso de los años, la gente se iba preparando con lo que tenía a mano, como en la edad media. Luchaban con palos o con horcas, con hierros o lo que tuviesen más cerca. Las fundiciones dejaron de crear piezas metálicas para fabricar espadas, mazas y cualquier otra cosa que sirviese contra esos demonios. Pero sucedió lo inevitable. Cuando todo sucumbió al ataque masivo que sufrimos, decidimos que ya no había nada que perder. Decidimos plantar cara sin piedad a las hordas que nadie pudo parar.

 Desde hace años no preguntamos cuantos son los enemigos, sino donde están.

Dios nos guarde.
Buena suerte a todos.

Día 5528 Tras día D.
VDR

martes, 8 de mayo de 2012

CRI CRI


Noche de miércoles. Hoy es fiesta en toda España y yo aquí, junto con mi compañera, de guardia. Sólo estamos dos en toda la sala. Es lo que tienen los festivos.
Decía un antiguo sabio, que en festivo sólo trabajan las putas y los gilipollas. Supongo que el gilipollas es el compañero que está de baja y al que me toca cubrir. O eso quiero pensar.

He bajado a por una cocacola y una barritas de esas BIO no se qué, para no engordar que quería mi compañera. Que todo hay que decirlo, más que comer barritas lo que no tenía que comer son esas hamburguesas que se come la cabrona. Que pesa cada una kilo y medio.

Total, que cuando he subido no estaba. He pensado que estaría en el baño, la muy hipopótama. Pero cuando han pasado 45 minutos ya me ha empezado a mosquear. Lo mismo se ha dormido, y no voy a estar yo aquí sólo haciendo el primo con mi trabajo y el suyo.

He ido al baño a ver si daba señales, pero después de preguntar si estaba y entrar por si le había pasado algo, no he encontrado ni rastro. Qué cosas más raras.

He llamado a su teléfono, pero ha sonado dentro de su bolso. Ya no tenía más maneras de localizarla más que llamando a seguridad, que poco más y se ríen de mí por perder una compañera. Total, que me han dicho que no había salido del edificio, y por las cámaras no veían nada.

Han pasado ya 3 horas y sigo sin noticias de mi compañera. Jamás me había pasado nada tan extraño. Y para colmo, juraría que estoy escuchando un grillo. Se debe haber colado por la ventana o algo y me está martilleando.

O me estoy volviendo loco o estoy escuchando cada vez más grillos, y el ruido se hace más continuo. Me estoy poniendo muy nervioso. No aguanto ese sonido.

Creo que lo tengo debajo, y me empieza a picar todo. Voy a levantar el falso suelo a ver lo que me encuentro, porque esto es inaguantable.

Cuando lo levanto, la visión es atroz. El cuerpo de mi compañera está totalmente destrozado y apenas puedo reconocerla más que por la ropa, todo cubierto por cientos, o miles de grillos, escarabajos, gusanos y un montón de bichos más. Vomito ante lo que estoy viendo. Mi cabeza empieza a dar vueltas y comienzo a marearme.

A duras penas, con la visión borrosa, consigo ver como se levantan decenas de baldosas del falso suelo, saliendo de ellas oleadas de bichos en mi dirección, a la vez que comienzan a crepitar y apagarse las luces. Creo que ya sé lo que le pasó a mi compañera.

lunes, 7 de mayo de 2012

Te tengo

Tengo que contaros algo que me ha sucedido y que todavía me tiene muerto de miedo.

Vivo sólo, en una casa de alquiler, y no tengo teléfono fijo. Al no disponer de fijo, gasto mucho en móvil, con el consiguiente aumento de facturas y el aumento de puntos para canjear por teléfonos nuevos. Ayer me hizo con el último que me ofertaron.

 Estuve durante la tarde y la noche trasteando con él, configurando tonos, pantalla, imágenes, hice algunas fotos, hice un par de llamadas.. Como lo quería cargado para hoy, lo dejé en su base para tenerlo al 100% al despertarme.  Me acosté a eso de las tres de la mañana, bastante cansado la verdad. Tuvimos un día duro en la obra y caí reventado en la cama. Creo que no tardé ni un minuto en quedarme dormido. Tengo la manía de dormir cara a la pared, y contar algunos puntitos que tiene en determinados lugares. Me relaja. Anoche no hizo falta para dormirme.

 No sé qué hora era cuando desperté, abrí un poco los ojos, a duras penas. Realmente estaba cansado. El despertar me vino muy bien, puesto que estaba teniendo una pesadilla en la que algo me perseguía, pero no lograba ver qué era. Cada vez me movía más despacio y cuando ya notaba la respiración de aquella cosa, fue cuando abrí los ojos. La lluvia se oía crepitar detrás de la ventana. Parecía haber una buena tormenta.

Un destello alumbró la habitación. segundos después, otro. Benditos relámpagos que me despertaron. Recuerdo que pensé que no me habría gustado estar en la calle en ese momento y un escalofrío me recorrió de arriba a abajo. Volví a cerrar los ojos esperando no tener esa pesadilla de nuevo.

 Son las 11 de la mañana, y está muy nublado. Está todo muy oscuro y apenas logro ver nada por la ventana empapada. Hace un rato que me he despertado y sigo aquí en la cama sin hacer ruido. Ayer, sin querer, ya que no controlaba del todo el teléfono nuevo, lo dejé grabando. Ha grabado algo que me tiene aterrorizado. En el video se ve como algo abre mi ventana y entra a la habitación. Está muy oscuro y no logro ver qué es.

En el momento en que los relámpagos me despertaron la habitación se iluminó... y ese ser se escabulló debajo de mi cama. Estoy muerto de miedo, llevo más de una hora en la cama sin hacer ruido y sin moverme apenas. Si me quedo totalmente quieto y sin respirar, puedo oir una ligera respiración, algo ronca, pero apenas audible a mi espalda. ...

 No puedo más, voy a darme la vuelta...

miércoles, 11 de abril de 2012

Algo épico

Allí estábamos, bajo aquel tejado. El cielo estaba descargando toda su furia en la tierra.
El crepitar de la lluvia que sonaba encima nuestra se tornaba ensordecedor con esas tremendas gotas que debían tener el tamaño de peritas de agua.

Se escuchaban voces apenas audibles. El nerviosismo se palpaba entre mis valerosos guerreros.
Yo mandaba allí. Para cosas como esta se me nombró Capitán.

- Caballeros - Interrumpí sus pensamientos.- Hoy estamos aquí, desafiando a la naturaleza, para demostrar que no somos menos que nadie. Para demostrar que si hemos llegado hasta aquí, venciendo a todos los que se oponían a nosotros, no ha sido por casualidad.
Cuando esta larga aventura comenzó hace meses, nos tildaron de inocentes, de locos. No fueron pocos los que tacharon de suicidio nuestra gesta. Muchos nos decían que queríamos morder más de lo que podíamos masticar, que no podríamos llegar al final. ¡Que caeríamos!. ¡Que seríamos derrotados!. ¿Y qué decimos nosotros ahora? No hablamos con palabras. Hablamos con hechos. ¡Con hechos!

Saldremos de aquí, de estos cuatro muros que nos guardan, para meternos en la boca del lobo. En las fauces del infierno. Puede que los truenos de esta tormenta inyecten miedo en nuestros corazones, pero eso nos indica que seguimos aquí, y que tenemos algo que perder. Los que cayeron ya no pueden sentir ese miedo, sentiremos lástima por ellos cuando tengamos tiempo. Ahora no lo tenemos, ahora debemos vencer. Ahora o nunca, compañeros. No habrá piedad. No habrá retirada ni rendición. Plantemos cara como si no hubiese mañana. Salgamos y demostremos de qué pasta estamos hechos. No quiero dudas, no quiero debilidades. No nos darán una segunda oportunidad. ¡VAMOS, VAMOS, VAMOS!


Salimos todos en bloque de nuestro cobijo, desafiando la tormenta. Desafiando todo cuanto tuviésemos delante, ya no había marcha atrás. Nos pusimos en formación y esperamos. Allí estaban ellos.

Con mi ya de por sí implacable presencia, la lluvia cayendo en un ángulo de 45º, el viento que azotaba la húmeda ropa, mi afilado cabello cayéndome por la frente, nuestro precioso escudo en el pecho, junto al corazón, y mis botas, más brillantes aún por la lluvia, parecía un héroe. Aquel al que debes enfrentarte una vez has vencido a todos los demás. Aquel al que todos quieren parecerse.
Un relámpago destruyó la monotonía de un cielo encapuchado, pero haría aún más legendaria aquella batalla. Ya había llegado el momento.

Se oyó un pitido por fín. Lo que me recordó dos cosas.

Que tenía que ganar este partido, y que debía de dejar de tomarme el fútbol tan en serio.

viernes, 6 de abril de 2012

Gemelas

Desde siempre, quién sabe por qué, mi hermana ha sido la preferida de las dos.
Aún siendo gemelas idénticas, por lo que sea, yo no he encajado demasiado bien en la familia. Todo lo contrario que ella, más abierta, más extrovertida... más todo.

Ella, ella, siempre ella. Todas las alabanzas, las buenas palabras, los cariñitos, los besitos.. todo siempre para ella. Mi vida no ha sido nada fácil estando siempre a la sombra de mi hermana.
¿Envidia?, ¿celos?, sí, tengo que reconocerlo. Seguro que habrían preferido tener sólo una hija. Yo me siento prescindible.


Por eso esta mañana, cuando mi hermana ha sido embestida mortalmente por un autobús al cruzar la calle y mi madre ha salido de casa corriendo y gritando mi nombre pensando que había sido yo la atropellada , he callado. Seguro que mi madre deseaba que hubiese sido yo, así que ¿por qué desilusionarla?

Seguro que me gustará esto de ser la favorita, aunque tendré que acostumbrarme al nuevo nombre..

miércoles, 4 de abril de 2012

Puente

El aburrimiento nos estaba sacando de nuestras casillas.
Julio ya se había levantado al menos una docena de veces a la máquina de café, y había probado casi todas las bebidas por, como digo, puro aburrimiento.

Desde mi puesto de trabajo podía ver perfectamente el suyo. Su postura, su movimiento de piernas, sus gestos, dejaban claro que la mañana se le estaba haciendo larguísima.
Cierto es que tener que venir a trabajar en un puente, donde casi todo el mundo se ha marchado o está tan ricamente en su casa, es muy duro. Y más si como a él, se le habían fastidiado esos días libres a última hora.

Una de las veces que pasé por su lado camino del baño, le escuché tararear una cancioncilla que, si no supe en ese momento concretar de qué era, si me sonaba que tendría lo menos 20 años, de una serie de televisión. Me hizo gracia, para mí que estaba perdiendo el juicio de no hacer nada.

Apenas se oía nada en toda la oficina. Éramos 9 personas, y la verdad es que ninguna estaba particularmente habladora. Sólo se oía de vez en cuando, teclear alguna cosa y la máquina de hacer fotocopias. Supongo que la mayoría estaría imprimiendo cosas personales aprovechando el día.

Aún quedaban más de cuatro horas para que acabase la jornada. Yo sabía que no iba a aguantar mucho más. Jugaba con la grapadora, tiraba bolas de papel a la papelera, daba vueltas en la silla giratoria… sin querer ser protagonista, él mismo estaba acabando con mi propio aburrimiento, que ya empezaba a agotarme con unos bostezos que iban en aumento. Más de cuatro horas…

De repente comenzó a reír. Pero no una risa normal, era como una risilla nerviosa. Como cuando te acusan de algo de lo que eres culpable y no quieres reconocerlo, ¿me entendéis? Una risa traidora de esas que nos dejan con el culo al aire. Yo también sonreí. Me hizo gracia la situación tan absurda. ¿Qué se le estaría pasando por la cabeza?

La risa fue en aumento y ya se le escuchaba perfectamente. Su cuerpo recostado hacía atrás en la silla se retorcía con unas carcajadas ruidosas. Qué situación más estúpida.

Uno de nuestros compañeros, Ernesto, se acercó a decirle que parase un poco, que era un escandaloso. Su risa se paró en seco. Vaya, debió darse cuenta que molestaba.
Cuando Ernesto le dio la espalda, Julio se incorporó en la silla con las manos en la rodilla, se levantó resoplando como si estuviese cansado, y con una facilidad pasmosa le atravesó el cuello con su Boli BIC.

Jaja, parecía un cerdo en la matanza, como sangraba el tío. Tenía sus dos manos en el cuello y aún así no dejaba de manar sangre. Lo estaba poniendo todo perdido. Lo mismo el jefe cuando viese el estropicio, le hacía pagar la moqueta y todo.

No sé quién avisó a la policía, pero se presentaron en apenas 10 minutos. 10 minutos en los que Julio no perdió la sonrisa mientras admiraba su obra. Con los últimos estertores de Ernesto, Julio se maravilló. Qué belleza de muerte.

Cuando llegó la policía, Julio no puso resistencia alguna. Sabía qué había hecho. Tenía el cuerpo de su compañero a menos de un metro en un gran charco de sangre que él había provocado.

La oficina seguía en silencio, sólo roto por las voces de los policías y sus emisoras, policías que ya sacaban de malos modos a Julio. Un Julio que antes de cruzar el umbral de la puerta ya esposado, se giró y me sonrió.

Gracias – Le dije. – Has acabado de un plumazo con el aburrimiento.

sábado, 31 de marzo de 2012

Salvador (I)

Cierto día, hace ya unos años, tuve un sueño. Soñé con un mundo gobernado por fuerzas desconocidas. Personas con túnicas que endiosaban figuras con un cetro con una recreación del planeta en la punta. Soñé con un planeta arrasado miles de años atrás y reconstruido gracias a la magia. Facciones que luchaban entre sí por insignificantes piedras de colores que destilaban brillos cegadores. Y lo que más recuerdo, o lo que tengo más claro en la mente, es a la gente clamando por un salvador, mientras cientos de pueblos eran devastados por hechizos imposibles.

Me desperté sobresaltado a las 7:42, minutos antes de que sonase el despertador, sudando, y mientras me ponía mi reloj (siempre me lo quito para dormir) y me vestía para ir a desayunar, seguí dándole vueltas al sueño. Yo sabía que había visto ese cetro en otro lugar, sin embargo no conseguía fijar esa imagen en mi cabeza. Me cabreaba el hecho de que cuanto más quería profundizar en el sueño, más difícil se me hacía recordarlo. No le di más vueltas y me fui a desayunar.

De camino al trabajo, me fijé en un autobús, más concretamente en un lateral de éste, en el cual un cartel que promocionaba una obra de teatro, sacaba en primer plano un cetro que me pareció el del sueño. "Entradas disponibles en tiendas habituales y en la biblioteca de ahí al lado"...
¿Cómo? Lo volví a leer."Entradas disponibles en tiendas habituales" O seguía medio dormido o habría jurado que se mencionaba la biblioteca "Dallas". Una biblioteca que nadie sabía como podría seguir en pie. Era tan misteriosa y deprimente tanto por fuera como por dentro.

Yo la conocía bien, puesto que de vez en cuando me habían hecho falta algunos libros y era la más cercana a mi casa. Cierto es que como nunca había nadie, siempre estaban los libros que buscaba. Por alguna extraña razón, me sentí tentado de acercarme a la biblioteca y preguntar, de todas formas, iba con tiempo de sobra para el trabajo.

Llegué a la biblioteca y abrí la puerta. Me encontré una biblioteca más lúgubre que nunca, sin apenas iluminación y con un silencio inquietante. Miré la puerta. ¿Un cartel de cerrado? ¿Y por qué la puerta está abierta? Al entrar en la biblioteca, percibi una extraña sensación en el ambiente, como si me estuviesen mirando desde todas las direcciones. La puerta se cerró a mi espalda, con cuidado, como para no hacer ruido. Intenté abrirla pero no pude, ahora sí estaba cerrada de verdad la biblioteca. Un escalofrío me atraveso de arriba a abajo. Empecé a ponerme nervioso.

Miré a un lado y a otro y pregunté si había alguien. Nadie. Escuché unos golpes en unos pasillos cercanos y me dirigí hacia allí por si era el bibliotecario. No sé si iba con miedo, pero era una sensación extraña. Notaba una presión alrededor como si las paredes se moviesen y me fuesen haciendo un camino. Entonces lo ví. Era un libro blanco que resaltaba en la estanteria oscura. Rodeado de libros antiguos y llenos de polvo descansaba ese otro algo más grande que éstos. De un blanco impoluto, parecía que invitaba a los visitantes a cogerlo.

¿Qué iba a hacer si era cogerlo? Ya estaba allí, y la situación ya era tan extraña que me daba igual, así que no me iba a quedar con las ganas. Lo cogí. De repente oí un ruido a mi espalda. Una figura encapuchada y cabizbaja se plantó delante de mí. Me llevé un susto considerable, y me corté con una de las baldas de madera, ya resquebrajadas, en la rodilla

- Ese libro te ha llamado, hijo - me dijo - Muchos han pasado por aquí sin ser llamados, pero ese libro se ha iluminado para tí. ¿Eres tú a quién llevamos siglos buscando? Sólo tú puedes darnos la solución a esa pregunta. Aquel que es llamado por el Secet sagrado deberá superar una prueba para enfrentarse al Camino. De no superarla, todo ésto quedará en el olvido, y posiblemente quedemos condenados. Nada podrá ya ayudarnos. Espero que estas no sean las últimas palabras que te dirijo.. Acto seguido, golpeó dos veces el suelo con su bastón, y debí perder el conocimiento.

Me desperté, no sé cuanto tiempo después, mi reloj seguía marcando las 07:42. Debió haberse parado. Estaba en una sala circular, sin ventanas, sin puertas. Nada. No había nada en ningún sitio, ¿por dónde se salía? Palpé por toda la superficie y no encontré cerraduras, ni pomos ni nada que me hiciese pensar que había forma de salir.
Estaba muy nervioso, porque me dí cuenta rápidamente de que tampoco había ventilación ninguna. Había una ligerísima luz en la sala, pero no pude averiguar de donde salía, porque no había rendija ninguna, ni para la luz... ni para el aire.

Cuando mis ojos se acostumbraron a esa escasa luz, pude distinguir en una de las zonas, con letra pequeña y cuidada, un par de párrafos. Recuerdo que eran dos acertijos. Acertijos que, aunque los tengo en la mente, no soy capaz de escribirlos. Es como si cuando fuese plasmarlos en un papel se me fuesen de la memoria. También me pasa cuando intento contárselo a alguien, no soy capaz de recordarlo en el momento. Es muy frustrante, y es excesivamente agobiante.

Puedo recordar que eran símbolos extraños. Símbolos que no había visto en mi vida pero que supe interpretar sin ningún problema. Es difícil de explicar. ¿Cómo pude conocer y entender algo que jamás había visto? La verdad es que recuerdo vagamente que hablaba de conceptos que no había escuchado jamás, incluso me atrevería a decir que hablaba de conceptos que no existen, por así decirlo, no sé... pero conseguí entenderlo todo.

Sé que resolví esos acertijos. Cuando mentalmente encontré la solución a ellos, la luz del habitáculo se fue haciendo más brillante, hasta que tuve que cerrar los ojos y ponerme las manos delante. Seguidamente comenzaron a dolerme los oídos y caí de rodillas. Debí perder de nuevo el conocimiento. Desperté en mi cama, como si nada hubiese pasado. Como si todo hubiese sido un sueño. Lo extraño es que cuando miré la hora, eran las 7:42. Pero dos detalles me pusieron la piel de gallina. Llevaba puesto mi reloj y tenía una cicatriz, apenas visible, en la rodilla. Cicatriz que aún mantengo.

No sé qué pasó, no quiero saberlo, y aunque necesito una explicación para ello, me da miedo. Y más miedo me da el hecho de que a lo mejor la próxima vez, no paso la prueba o lo que sea que fuese aquello.

El hecho de que escriba ésto, es porque quiero dejar constancia de lo que me pasa y de mi miedo. Acabo de darme cuenta, que todos los relojes de mi casa se han parado a las misma hora esta mañana.

Supongo que a estas alturas, ya sabréis qué hora marcan..

viernes, 30 de marzo de 2012

Invasión

Seguimos escuchando las explosiones. Es algo atroz. No hay descanso.
Hace más de 10 horas que comenzó una invasión que no esperábamos ni por asomo. Nos sorprendieron con los escudos desactivados, con los cañones sin preparar. Nadie esperaba que nos hicieran esto. Nadie.

Sus cazas de ataque y cruceros no encuentran defensa ninguna y avanzan con una facilidad terrible. Si esto continua así, no podremos plantarles cara durante mucho más. El canal de ayuda no responde. Estamos intentando recibir alguna transmisión, pero no cogemos más que interferencia y estática por los monitores.

No sabemos realmente cómo nos va ahí fuera, pero las previsiones no son nada halagüeñas. Desde este bunker civil ya estamos prácticamente incomunicados y, quitando alguna noticia vía onda corta, estamos totalmente aislados del mundo exterior. No hay noticias de otras zonas, no hay imágenes, estamos a ciegas. Apenas hemos podido llegar una decena a resguardarnos, ha sido un ataque brutal, planificado al milímetro para causar el mayor número de bajas en los primeros minutos.

Suponemos que vienen a por nuestros recursos naturales, nuestro agua, pero no han realizado petición de ningún tipo. ¿Qué es lo que quieren? Les hacemos los mejores precios de la galaxia, venderles más barato no nos sería rentable. No quieren negociar. No quieren sentarse a discutir una solución a lo que sea que ellos quieran. Han venido a conseguirlo todo por la fuerza. Es una raza agresiva y violenta, jamás nos habíamos encontrado con algo así. Su flota espacial es imparable.

Nosotros no estamos preparados para la guerra. Nuestro mundo no posee ningún ejército más que lo primordial para protegerse de algunos piratas. En esta colonia el 95% de la población es trabajadora. Mineros, agricultores, pastores.. La gente no está preparada para una ofensiva a gran escala como ésta. Han venido a exterminarnos.

.... .


Hace una hora que han dejado de escucharse las explosiones. Nos preparamos para salir. Nos tememos lo peor, pero tenemos que verlo. Ya no recibimos ninguna comunicación del exterior, y no sabemos que estará pasando ahí arriba.

Apenas podemos respirar al salir, debido a la gran polvareda que hay. Cuando se va despejando y conseguimos ver algo, nuestras pocas esperanzas se rompen como un castillo de naipes. No queda nada en pie. La ciudad que representaba la prosperidad y riqueza del planeta, ha sido reducida a cenizas.


De repente, un láser rojo se me para en el pecho. Escucho una detonación y algo me atraviesa de lado a lado. Se me nubla la vista, aunque antes de caer al suelo, consigo ver a mi atacante.


- Malditos seáis, humanos, jamás debimos hacer tratos con vosotros...

jueves, 22 de marzo de 2012

18. Ni uno menos

Miro desde lo alto del castillo y en cualquier dirección. Sólo veo destrucción. Así debía ser.
Jamás volverán a atacar a mi pueblo. Ya no queda nadie que tenga el valor de oponerse a nosotros. El ejercito que hemos creado no conoce el miedo, la piedad o la razón cuando se trata de salvar a los suyos. En cambio conocen la rabia. Y saben cómo y cuando desatarla.

Han pasado 9 largos años. Y ahora ya puedo volver a casa.



Cierro los ojos y mi mente retrocede al comienzo de todo. Sonrío.


Desde siempre, el Maestro Vornal fue importante en la aldea. El anciano más anciano de todos, ya ciego, pero también el más sabio. Valiente, meticuloso, tranquilo.. y conocedor de las más secretas artes del sigilo y el asesinato. Había participado y presenciado cientos de batallas.

Había salvado a decenas de compañeros, pero también había visto segar la vida de muchos otros. Era toda una leyenda viva, como digo. Y cuando quedé huérfana, él se ocupó de mí.
¿Por qué? No lo supe en su momento. Yo sólo tenía 4 años y quedé huérfana como muchos otros niños. Las guerras contra nuestros enemigos eran continuas, y la perdida de padres, madres y hermanos, una dolorosa rutina. Debimos pasar de ser una raza tranquila a convertirnos en una temida y peligrosa. Supervivencia lo llaman. Que el maestro Vornal me cogiese bajo su tutela fue una honra y lo que me convirtió en lo que soy. Aunque en ese momento yo no lo sabía.

Desde que me tomó bajo su tutela, aprendí cosas que jamás imaginé que podría dominar. Potencié habilidades hasta límites insospechados. Mi maestría con las armas me llevó a lo más alto. Conseguí controlar mi rabia para que estallase en los momentos críticos y convertirme en pura destrucción. Tenía la base para convertirme en una de aquellas guerreras que tienen estatuas en las aldea. Una de esas guerreras de las que todos estamos orgullosos y forman parte de nuestra historia.

Pero no todo fue entrenamiento físico. Leí libros con historias, batallas y conocimientos que ni en mis imaginaciones más alocadas llegué a soñar. Aprendí a sumar y restar rápidamente, a multiplicar aún más rápido, a calcular distancias, probabilidades, medir impactos, resistencias, conocer los metales, adelantarme a las condiciones meteorológicas, aprovecharme del terreno, del engaño, de la oscuridad... Sólo cuando aprendí todo lo que él quería, me di cuenta de en qué me estaba convirtiendo.

Cuando cumplí los 15 años, mayoría de edad para nosotros, me llegó el momento de embarcar al nuevo continente. Ya estaba formada, tanto mentalmente como en las más mortíferas artes guerreras.
Por fín Vornal había creado lo que llevaba tanto tiempo intentando. Alguien que pusiese fin a tantos años de muerte, caos y destrucción. Su cachorro. Su niña. Su guerrera.

Su General.


Antes de zarpar, le hice la pregunta que llevaba años dando vueltas.

- Maestro, ¿Por qué yo? - Y ví lo que pareció una leve sonrisa en su cara.

"Jamás te lo he contado. - me dijo - Escogí al cachorro que quise. Desde que nacéis, os investigo. Os observo y examino con detenimiento. Nada queda al azar, desde que amanece hasta que se oculta el sol vivís bajo mi atenta mirada. Donde los demás sólo ven graciosos cachorros de trol, yo veo futuros salvadores de nuestra poderosa raza. Al igual que los demás, tenías la dureza y potencia propia de un trol... eras rápida, muy rápida, sí... y valiente. Temeraria incluso. Eras feroz. Como algunos otros, apuntabas a ser un líder al que seguir. Sin embargo, tú tenías.. tienes.. algo que los demás no. Algo... que sólo yo fuí capaz de ver. ¿Lo adivinas? ¿No? Te lo diré. Tienes... suerte."


Aún estaba asimilando las palabras que salían de su boca tan contundentes como un martillo Orco, cuando me ofreció dos cajas. Deposité en el suelo la más pequeña, y abrí la otra.
Abrí la más grande, alargada, encontré una espada. Era la espada del mismísimo maestro Vornal. Forjada con un metal no conocido en este continente. Un metal liviano, pero a la vez demoledor. La espada que mi maestro había guardado durante décadas y que aún mantenía la ferocidad y la rabia de la batalla en su hoja, de un leve color rojizo.

Envainé la espada atada a mi cinturón, y creí sentir como vibraba. Cogí la caja pequeña y me sorprendió su ligereza. Al abrirla encontré un ramo de 18 orquídeas negras.

- Cada una de estas orquídeas - dijo - descansará en el pecho de cada líder enemigo que derrotes. Una por cada capital. Para cualquier otro, sería un suicidio, pero me he asegurado bien de no enseñarte qué significa esa palabra, por lo que no debes temerlo.
Agota el ramo, pequeña. Haz todo lo que puedas, con lo que tengas. En donde estés.
Ahora, debes partir.


Antes de poner el pie en el barco que me llevaría tan lejos, hice quizás, mi última pregunta a mi mentor. Jamás había pisado ninguna otra región. ¿Qué me encontraría en otro continente?

- Maestro, ¿a dónde debo ir?

Abrió los ojos y pude ver en ellos el profundo y vertiginoso color rojo de la rabia. Un rojo tan intenso como la sangre. Entonces me susurró algo apenas audible...

- A la guerra...

miércoles, 21 de marzo de 2012

Recios de Veider

Tras caer a tierra, todo cuanto hubo alrededor en decenas de metros a la redonda, quedó pulverizado por la potente energía que desprendía. No era habitual, ni mucho menos, que un miembro de tan alto rango tuviese que personarse en el campo de batalla para balancear la batalla a su favor. Era una molestia para él y un insulto para las fuerzas de su señor.

Cuando todo estuviese resuelto, él mismo se encargaría de liquidar a todo mando que no hubiese sido capaz de cumplir con su deber. Jamás un demonio de su talla había pisado terreno mortal. Jamás un demonio de primera jerarquía se había visto envuelto en tal minucia. Sí, realmente era molesto, muy molesto.

La simple aura que emanaba de su figura era letal para todo humano que tuviese la insensatez de acercarse lo suficiente. Los soldados del reino caían a su paso. Pasos lentos y pausados, que hacía temblar la tierra y terminaban con cualquier rastro de vida del lugar.

Por un momento enfureció al ver que la batalla seguía molestando sus oídos. Que su presencia no había acabado con cualquier atisbo de resistencia enemiga. Pero instantaneamente este sentimiento paso a un segundo plano, puesto que una sola oración bastaría para cambiar el transcurso de la batalla.

Aún con los ojos cerrados desde que había llegado a ese infierno de sangre y muerte, susurró unas palabras. Algo inaudible, corto, pausado, en un lenguaje ancestral desconocido. Algo maligno.

En ese momento, el suelo se quebró. Las estrellas en el firmamento comenzaron a apagarse. Una neblina oscura cubría todo cuanto la vista alcanzaba. Las flores morían, los lagos se secaban y los combatientes, tanto humanos como demonios, eran consumidos por una oscuridad profunda.

Hacía mucho tiempo que no utilizaba tal cantidad de poder. Se sintió bien, se sintió poderoso. Era muy poderoso, de hecho. Jamás ningún ser le había vencido. Jamás nadie había vencido a Astaroth. Si bien es cierto que no hacía falta, ni muchos menos, hacer uso de un poder semejante en esa situación, lo hizo para dejar claro que no había perdido un ápice de lo que antaño fue en el campo de batalla.

Toda fuerza vital desapareció poco a poco. Nada ni nadie había sido capaz de resistir esa tortura. Cualquier atisbo de vida había sido liquidada. Y se sintió satisfecho consigo mismo.

Apenas llevaba unos minutos en ese lugar y ya se sentía incómodo. No era su lugar. Ese era lugar para seres inferiores, no para seres como él. Cuando fue a dar media vuelta para volver a su santuario, algo le detuvo. Sintió algo. Percibió algo que no podía ser. Algo que no esperaba ni por asomo. Detuvo su pesado caminar, como esperando que hubiese sido fruto de su imaginación, pero volvió a percibirlo. Eran almas. Alguien seguía con vida.

Abrió los ojos y vió algo que no esperaba. El lugarteniente que él envió y que debía haber capturado ese último bastión varias lunas atrás, aquel que dejó de enviar informes, había caído. Su cabeza yacía sobre una pica cerca de la puerta principal, como un trofeo. Un verdadero insulto hacia las fuerzas que él mismo comandaba. Y lo que era más insultante, junto a esa pica, las figuras de cinco hombres enfundados en unas fulgurantes armaduras blancas, impolutas. Cinco hombres en formación que le miraban fijamente.

Era algo inaudito. Algo imposible. Nunca antes nadie había conseguido mirarle a los ojos sin caer rendido a sus pies fruto del terror. Jamás nadie había sido capaz de esa ofensa sin caer destruido por el pánico.

Cerró los ojos intentando encontrar una explicación a los hechos. ¿Quienes eran esos guerreros?
No importaba, no sabía como habrían conseguido resistir su anterior susurro, pero no lo harían con el siguiente. Nadie plantaba cara a aquel que derribaba montañas con una sola palabra, que quebraba los cielos con sus alas, que secaba los mares con su calor. Hacía tantos siglos que no utilizaba aquella oración que dudo al comenzar, pero lo hizo.

La oración habría sido ensordecedora para cualquiera. La luna se tiñó de sangre. El suelo se abrió tragándose todo a su paso, toda vegetación al alcance de la vista murió, cogiendo un color negro como la noche. El cielo lloró. La tierra chilló. Miles de almas aparecían y desaparecían en el oscuro cielo, quejándose por haber sido invocadas por alguien tan maligno. Gritos desgarradores, llantos y lamentos era lo único audible en la zona.

La polvareda era tal que incluso el mismo demonio tuvo que cerrar los ojos. Y sonrió.
Los enormes dedos le cosquilleaban. Era divertido para él. La verdad es que en ese momento le gustó estar ahí, le gustó la destrucción causada. Las almas consumidas, las vidas segadas. Quizá así le dejasen en paz por unos siglos más, no era de su agrado verse inmerso en estas batallas tan nimias, tan insignificantes. Insectos. Eso es lo que eran los humanos para alguien de su estirpe.


Saboreó el dulce sabor metálico de la sangre que caía sobre él. Y entonce decidió marcharse.
Comenzó su lento y pesado caminar de nuevo. El silencio era amo y señor de todo. Nada quedaba. O eso creía él.

Antes de que pudiese sentirlo, escuchó un chasquido. Una rama partiéndose a escasos metros detrás suyo y se volvió para ver, totalmente incrédulo, como esos cinco hombres cargaban contra él con una energía nunca vista. Unos hombres enfundados en esas armaduras blancas. Unas armaduras con un símbolo en el pecho. Una R. Una R que brillaba como la luz más pura. Las armas de estos cinco valerosos hombres le cegaron, y tuvo que resguardarse bajo sus gigantescas alas.

Cuando los hombres cargaron al unísono con su rugido como un potente guerrero, sintió algo que jamás había sentido y de lo que no tenía constancia.

Sintió Miedo.

martes, 20 de marzo de 2012

Todos dentro. Todos fuera.

Llevaba semanas algo ausente. No mejor ni peor en su trabajo, simplemente distinta.
Puede que en otra situación los problemas personales de alguien cercano a mí no me importasen, o no me debiesen importar, o simplemente no les diese la importancia que debería pero cuando se tata de uno de los mios con lo que hay en juego, me importan, y mucho.
Conozco a cada uno de mis hombres como si los hubiese parido. He sido uno con ellos, y a ninguno de ellos le pasa algo sin que yo me de cuenta de que ese algo sucede.

Yo sé mejor que nadie que nuestro trabajo es muy sacrificado. Te la juegas día sí y día también por gente que no conoces y que no te dará las gracias. Gente que jamás sabrá de tu existencia y que no te pondrá cara. Es más, muy poquitas veces nuestro trabajo se ve recompensado más que con una palmadita en la espalda. Realmente puede llegar a quemar, sí, pero así lo aceptamos en su día y, no nos vamos a engañar, así debe ser. ¿Duro? No. Es durísimo. Nadie sabe lo que hacemos. Ni siquiera quienes somos en realidad. Vivimos una mentira diaria que nos consume con demasiada rapidez.
Muchas veces no es lo de ahí fuera lo que acaba con nosotros, sino nuestra mente. Nosotros mismos.

Cuando acepté el cargo, juré que no perdería a nadie de mi equipo. En ninguna circunstancia. Todos dentro, todos fuera. Como jefe de escuadrón, mis compañeros ponen sus vidas en mis manos confiando ciegamente en que los llevaré de vuelta a casa con sus familias de una pieza. Jamás, y repito, jamás, he tenido que llevar una bandera a ningún familiar. No tenía ninguna intención de hacerlo, y sin saberlo, esta tarde iba a ser una de las más duras.

Cuando ayer me pidió cogerse hoy viernes el día libre, no sospeché nada. Llevamos una temporada de mucho estrés y no es raro que alguien me pida un día o dos para desconectar. Ella vive al lado de la playa y le gusta surfear, correr con el perro por el paseo marítimo o simplemente ir de compras. A todas las chicas les gusta ir de compras.

No sé si habrá sido el destino, un pálpito, corazonada o mi sexto sentido, lo que me ha llevado a hacerle una visita a su casa para ver si necesitaba algo. Hemos ido a un parque cercano y, sentados en la hierba con su perro Zulu, ha comenzado a explicármelo todo.

Hemos hablado durante horas. Nunca nadie se me había sincerado de una manera tan clara. Ha salido todo lo que llevaba dentro, desde lo más importante a lo más nimio, pero no por ello falto de valor.
Jamás me imaginaría que una chica como ella, tan entera, tan profesional y tan dura, pudiese romperse de esa manera. Parecía una chiquilla de quince años, nunca la había visto así. Ni yo ni nadie. Totalmente rota.

Bien es cierto que no soy psicólogo. De hecho no es que se me de muy bien aconsejar nada a nadie en situaciones así, pero por lo que sea, he debido apretar las teclas correctas. Que ella haya sacado todo lo que tenía dentro y se haya sincerado así, sin tapujos, debe haber sido lo que a mi me ha ayudado a enderezarla. Ciertamente ha sido muy duro escuchar todos sus argumentos, tan contundentes como un mazo de hierro, para cumplir lo que tenía previsto. Puede que a partir de hoy, ya no veamos las cosas de la misma manera.

Son las 23:14. Hace casi una hora que se ha marchado, y sigo moviendo entre mis dedos temblorosos la pieza metálica que ha encerrado con fuerza en mi puño mientras se le caían las lágrimas y me daba las gracias una y otra vez. Una pieza metálica que yo había visto fugazmente durante estos días en sus manos. Una bala de punta hueca.

La que iba a utilizar en su beretta para suicidarse esta misma noche.

sábado, 10 de marzo de 2012

Cenicienta

Realmente no era espectacular. No nos vamos a engañar.
Morena, algo más bajita que yo y delgada. Normal.
Tampoco llevaba una ropa peculiar o llamativa. Apariencia sencilla, se podría decir.

Como digo, no era una chica que si te la cruzas por la calle haga que te gires, pero llevaba un recogido en el pelo, cruzado con dos palitos negros estilo geisha, que era lo que sí la hacía destacar entre todos los demás borregos que esperábamos en la cola del tren pacientemente. Unos hablábamos por teléfono, otros hablaban entre ellos, algunas mujeres cacareaban de forma molesta y otros infraseres escuchaban música por el altavoz del móvil. Desgraciados. Ella jugueteaba con su mp3. Sin más. Quizás una entre mil. No para mí.

Hay que decir que no me sonaba haberla visto otras veces. O a lo mejor otros días no brillaba como hoy. No sé. Lo que si sé es que tenía que decirle que ese recogido le quedaba genial. Que estaba preciosa, sin buscar otros objetivos más que el simple hecho de comentárselo.

Simplemente quería decírselo para ser justo con ella. Para recompensar, aunque sólo fuese con unas simples palabras, que me aclarase el lluvioso y frío día.

Realmente tenía ganas de decírselo. Quería decírselo. Confiaba en que se bajase en la misma parada que yo para, ya que no pude hacerlo antes de subir, dedicarle unas palabras para, por unos momentos, hacerla sentir protagonista.

No ha podido ser. La he perdido de vista no sé cuando ni cómo.

A lo mejor dieron las doce, y tuvo que marcharse de mi cuento.

miércoles, 29 de febrero de 2012

Piso nuevo

Estoy harto de mis vecinos de arriba. Harto.
Es la típica familia que debería vivir aislada en un bosque lejos de la civilización, porque no saben comportarse. Gritos, golpes, muebles que se caen... y a cualquier hora. Da igual que sean las 14:00 que las 04:00, alguna lían.

La verdad es que cuando alquilé el piso no pregunté por los vecinos. Pero claro, tampoco me habrían dicho que tendría una familia chiflada encima, pues no lo alquilaría nadie. Me jode decir que la inmobiliaria me la ha colado pero bien. Qué hijos de puta.

Son las tres de la mañana y me acaba de despertar un grito agudo. Un chillido. Como alguien que teme por su vida. La verdad es que tengo el corazón a mil y los pelos como escarpias. Seguidamente se han escuchado ruidos fuertes, como si se tirasen los muebles.

Ahí, la verdad es que no he podido más y he cogido la escoba y he comenzado a dar golpes en el techo y a soltar mil insultos a cada cual más bestia mientras seguía dando golpes cada vez más fuertes. Hasta que se han calmado. La cosa podría haberse quedado ahí, pero era tal mi estado de rabia y con la adrenalina a tope como la tenía, he llamado a la policía para denunciar todo lo que pasaba.

A los pocos minutos de colgar, han llamado a la puerta. Joder. La verdad es que han sido muy rápidos, debían tener alguna patrulla por el vecindario. Me he levantado y al ir a abrir, un escalofrío me ha atravesado de lado a lado. He mirado por la mirilla y he visto cuatro figuras delante de mi puerta, dos adultos y lo que parecían dos niños. Estaban los cuatro en fila, sin moverse, sin hablar entre ellos. El hombre llevaba algo en la mano, un cuchillo, o algo así.

De repente, se ha abalanzado sobre la mirilla y he podido ver la negrura de su ojo como penetrándome. He pegado un salto hacia atrás de la impresión, y me he quedado paralizado unos minutos. La verdad es que estaba cagado de miedo. Apenas respiraba, no quería hacer el más mínimo ruido.

Han vuelto a llamar a la puerta. No he podido ni moverme. Tampoco quería. No quería que nadie supiese que estaba ahí. Vuelven a llamar. Dejo de respirar y acurruco la cabeza entre las piernas. Estoy aterrado, no sé qué me pasa. Tengo una sensación muy angustiosa.

Vuelven a llamar. Esta vez los golpes en la puerta vienen seguidos de una voz femenina que se identifica como policía. A duras penas consigo ponerme en pie y aún temblando, consigo echar un ojo por la mirilla..

Veo a dos agentes uniformados. Vuelven a llamar. Esta vez sí abro la puerta.
Debía tener muy mala cara pues me preguntan varias veces si he sido yo el que ha dado un aviso y si me encontraba bien. Entran en mi casa. Insisten en hacerlo para asegurarse de que todo está bien. Obviamente en mi casa todo está bien.

Les pregunto acerca de su comportamiento. No esperaba escuchar aquello.
Ya habían estado minutos antes el piso de arriba con ayuda del conserje, que les abrió porque en ese piso no vive nadie desde hace meses. Antes vivía una familia. Padre, madre y dos niños. Padre, madre y dos niños, casualmente como los que acababa de ver hace escasos momentos detrás de mi puerta.

Aún temblando, les pregunto por qué se marcharon.
Me responden que no se marcharon, que el padre se volvió loco y los mató a todos. Primero los encerró a cada uno en una habitación, bloqueando las puertas con los muebles, y luego los degolló para, por último, lanzarse él por la ventana.

Les pido por favor a los agentes que me escuchen, que digo la verdad, que están pasando cosas muy extrañas, pero me tratan como a un loco e insisten que arriba no hay nadie..

Alguien ríe en el piso de arriba..

Acaban de llamar a la puerta de nuevo.

viernes, 20 de enero de 2012

"Antes odiado que ignorado..

Antes temido que respetado.
Antes derribar que derribado."

Así rezaba el estandarte.


Comía con las manos llenas de grasa mientras, a su espalda, su lugarteniente escuchaba a duras penas las órdenes que éste le dictaba con la boca llena de comida.

Tenía pensado arrasar por completo el pequeño pueblo minero que llevaban días avasallando y en el que asesinaban a todo aquel que ofrecía un mínimo de resistencia. Su segundo al mando sólo conseguía pronunciar un escueto -¡Sí, señor!- cada vez que su comandante hacía una pausa para beber, mientras tanto, el lugarteniente escuchaba más el ruido al deglutir de su amo que las órdenes en sí.

Fuera de la tienda de campaña del comandante, el jolgorio y la algarabía de los mercenarios borrachos llenaba por completo el ambiente. El escándalo era ensordecedor. Mientras unos comían y bebían hasta caer al suelo, otros se divertían lanzando flechas a los perros que osaban pasar por delante de ellos o propasándose con las mujeres que se cruzaban, muchas de las cuales eran violadas ante la mirada de los hombre del pueblo que no hacían nada por temor a morir linchados como muchos otros.

Un tremendo trueno se escuchó en el exterior. Dos truenos. Varios truenos más. Todos ensordecedores.
Cuando estas tremendos aullidos del cielo cesaron, el comandante Kronh siguió dando órdenes y riendo a carcajadas. Sin embargo, se inquietó. No oyó el martilleante "Sí, señor" que estaba acostumbrado a oír. Se inquietó aún más cuando se dió cuenta que todo ruido del exterior había callado. Sólo se escuchaba... el silencio. Sin más. Despacio, separó la copa dorada de sus labios y la bajó lentamente. Pudo ver una figura extraña y borrosa en el reflejo. Ésta se situaba a su espalda.
Una silueta.. como digo.. muy extraña.

Se dió la vuelta lentamente, mientras echaba mano a la empuñadura de su espada.
Vió a un ser encapuchado con una gran túnica grisácea. Debía medir más de dos metros y medio. Estaba agachado con una de sus rodillas hincada en el suelo. Una de sus grandes manos descansaba en la otra rodilla mientras, con la otra mano, cerraba los ojos del ya inerte cuerpo del lugarteniente mientras éste se volvía de un color blanquecino. Kronh no le vio la cara, pero algo le decía que no era humano.

- Antes de que desenfundes tu espada - Habló el extraño ser - danos unos segundos. Déjanos decirte algo. No hemos venido a hacerte daño, al menos en un principio. Que hayamos llegado hasta la misma puerta de tu casa debería ser razón suficiente para que nuestras palabras calen hondo en tí y pienses mucho tu próxima elección. Te preguntarás qué ha pasado. Bien, te lo contaremos. Los truenos que escuchaste inyectaron la muerte en tus hombres. Pero no debes preocuparte ya por ellos, la muerte les tratará bien en el camino hacia la otra vida. A unos mejor que a otros, ciertamente.

En cuanto a nosotros, no sabrás quienes somos. No debes saberlo, al menos hasta que hagas tu elección. Los nombres llevan a equívocos, a hacer juicios de valor sin tener los datos necesarios. Los nuestros son algo más que simples nombres, en concreto, actúan como llave para acceder al último infierno, más allá del purgatorio. Un infierno con apenas un puñado de almas, pues son muy pocas las que han cometido tantas atrocidades como para merecerlo. Un infierno con seres tan malignos que vuestra primitiva mente se volvería loca al conocerlos. Aquel que accede, sufrirá los peores tormentos por toda la eternidad. Sin redención ni descanso. Sin piedad.

Sin embargo, sí te diré lo que somos. Somos aquellos atormentados por nuestras cadenas. Impuros, contaminados y rechazados por todos. Antaño, Nuestras almas fueron tan oscuras que no había lugar que pudiésemos ocupar en el purgatorio. Cada día que pasamos, es como un año de tortura para vosotros, y sólo logramos apaciguar el dolor intentando que otros no sigan nuestro camino.

Por contra, nosotros sí sabemos quién eres y también sabemos cómo todo aquel que oye tu nombre se encoge de miedo. Matas a todo aquel que no te interesa para tus planes, ya sea hombre, mujer o niño, y lo peor de todo es que presumes de ello. Has creado un ejército de asesinos, pues no son otra cosa, y destrozas familias como quién rompe un mondadientes. Algo así no puede permitirse.
Has mordido más de lo que podías masticar, comandante Kronh. Y has conseguido algo que deberías haber evitado. Llamar nuestra atención.-


El comandante permanecía inmóvil. Una gota de sudor frío caía por su sien.
¿cómo sabía ese ser quién era? ¿Cómo había llegado hasta allí? Debía estar enloqueciendo, pues creía estar escuchando distintas voces. Obviamente no estaba sólo, pues hablaba en plural. Sus compañeros debían estar fuera, pues era imposible que alguien llegase hasta donde él había llegado sin ayuda.
Quizá podría acabar con ese ser si era lo bastante rápido con la espada, pero no sabía que había allí fuera. Seguía sin escuchar nada y no se encontraba en el mejor estado para hacer frente a varios adversarios tan capaces como aquellos. Quizá si no hacía ruido al ejecut..

- Cuidado comandante. Cuidado. - Ahora era una voz más aguda y sarcástica la que interrumpió sus pensamientos, Y se estremeció - Como dijimos al entrar, nuestra intención no es hacerte daño. Queremos que hagas algo. Queremos que recojas tus cosas y te marches. Da igual la dirección, pero márchate. Queremos que, por cada taberna que pases, por cada pueblo, por cada caravana que veas, prediques con lo que deberías haber aprendido con ésto. Tu vida puede ser perdonada. Y lo será si tú condenas tus pecados y les haces ver a los que son como tú que ese no es el camino. ¿cómo lo llamáis vosotros? ¿Predicar? No estamos seguros..

Bien es cierto que se reirán de ti, las mofas te harán daño, más que las piedras incluso. Es posible que aprovechen la confusión que les causarás para matarte, pero incluso la más terrible de las muertes será mejor que la otra opción si no cumples nuestra petición. Queremos que repartas tus riquezas entre los pueblos que has devastado, empezando por el que tenemos a la espalda. Darás a cada ciudadano una moneda de oro y pedirás disculpas uno por uno. Te arrastrarás entre tu destrozado orgullo y el temor que ahora causas se convertirá en vergüenza.

Ese es el trato. Elige bien, pues nuestro tiempo es muy valioso y limitado y no hay segundas oportunidades.

El fornido comandante intento verle los ojos, y lo que vió le inmovilizó. No tenía ojos, en su lugar había... nada... era imposible de explicar... era borroso.. indescriptible.. Krohn no pudo luchar contra su miedo y un violento pensamiento le cruzó la mente.

Antes de que pudiese siquiera echar mano a su espada y, como si el extraño ser leyese su mente, se encontró a la fantasmal figura pasando a su lado. Notó como su vida se apagaba sin haber notado ataque alguno, y antes de que Krohn exalara su último aliento, la figura se paró y aún de espaldas, le susurró unas últimas palabras...

- Mi nombre es.. Legión...

domingo, 8 de enero de 2012

LEELO, ES GRACIOSO!!! (4/4 FINAL)

from: inyourdreamsh@hotmail.com
to: littlegirl_15@gmail.com
date: 7 January 2012 09:35
subject: LEELO, ES GRACIOSO!!! (4/4 FINAL)


Con internet todo es más sencillo. Tenemos acceso a videos de todo tipo, de terror, graciosos, que te hacen llorar... la verdad es que todo lo que queramos ver lo tenemos en la red. Los que más me gustan a mi son los videos que tienen truco y que te dejan con la boca abierta.

Trucos puede haber mucho. Nuestra imaginación hace posible que nos podamos sorprender con cualquier cosa. También es curioso que podemos pasar muchas de esas cosas por alto si no nos las dicen. Nos quedamos con cara de tontos cuando nos explican en que consistía tal video y que nosotros no hayamos visto nada.

Así por ejemplo, tenemos el video ese de dos equipos, con camisetas de diferente color, pasándose unas pelotas entre ellos. Tenemos que estar atentos pues debemos contar cuantas veces se pasa el balón uno de los equipos.

He de decir que eso es sencillo, nos concentramos en esa tarea y ponemos nuestro empeño en no pasar ninguna pelota por alto, algo que, como digo, se consigue con no mucha dificultad.

Conseguido ésto, ya sea tras haber contabilizado 3, 18 o 100 pases, el video sigue y te comenta que si has visto el chico vestido de mono con camiseta amarilla pasar entre medias de los dos equipos.

-Meterme yo entre los equipos y que no me viesen ya sería dificil- pensarás, así que no haber advertido un mono con camiseta amarilla en medio de todos los chavales pasándose la pelota, sería de traca. ¿Piensas que es imposible? Mira el video de nuevo.

Estas cosas nunca dejan de sorprenderme. Como el cerebro es capaz de jugárnosla así y no ser capaz de advertir hechos que tienes delante de las narices. Sí, vale, es un mono en una pantalla, pero ¿qué pasará cuando estés en peligro y te suceda lo mismo?

Noches en vela se han pasado muchas personas dándole vueltas a puzzles, trucos, adivinanzas, juegos y demás cosas que vemos en los videos y que, una vez resueltos, son lo más sencillo del mundo. Pero claro, hay que estar atentos, ser muy avispado y, todo hay que decirlo, tener las luces suficientes.

Bajo el disfraz de juegos se pueden esconder muchos estudios que sirven para descubrir como funcionamos por dentro, como reaccionamos a situaciones que no son normales del día a día, aunque la mayoría de juegos no dejan de ser eso, juegos.

Tu no sé si tendrás alguna favorito. A mi me encanta la broma de guiar el puntero del ratón por unos caminos cada vez más estrechos que hacen que tengas que estar completamente concentrado en no desviar el puntero un milímetro más de lo que hace falta para que no se salga y tengas que volver a empezar. Cuando menos te lo esperas, ¡BUM! una cara horrenda y un grito desgarrador te sorprenden en la pantalla. Espeluznante y gracioso a la vez para la persona que te está viendo.

Cama. Creo que va siendo hora ya de marchar a dormir, ¿verdad?
Supongo que estarías absorta en este correo buscando la parte graciosa que reza el título, ¿verdad? Al fin y al cabo, después de cuatro correos en los que creo haberte entretenido, no podría dejarte sin el juego final. Como te dije en anteriores correos, para sorprender o asustar a alguien, siempre debe haber un punto de maldad en otra persona, en la encargada de realizarlo. El problema puede venir con las intenciones de esa persona y su nivel de maldad.
Pero basta de charla, estoy cansado y quiero terminar ya con ésto. Con la primera palabra de cada párrafo encontrarás la gracia de este juego.

Hasta ahora!

lunes, 2 de enero de 2012

Eterna juventud

Llevaba toda mi vida buscando la fuente de la inmortalidad. Toda mi vida.
Ya la buscaba siendo un crío. Mis padres me llevaban con ellos a recorrer el mundo en su búsqueda. No la encontraron, y murieron, claro, tenían cerca de los 80 años.

Unos manuscritos, unos descubrimientos que hice hace tiempo me trajeron a sudamérica. Creía que tenía por fin la pista que me llevaría ante la fuente. Invertí todo mi dinero, que ya no era mucho, y todas mis posesiones en preparar esa expedición.

Mis padres no habrían querido que hiciese lo que hice, pero ¿y qué? están muertos. Ellos eran altruistas, pero yo aspiraba a mucho más. Ser inmortal está bien, pero ser inmortal y condenadamente rico y poderoso está mejor aún. Cuando encontramos por fin la fuente de la eterna juventud sólo quedábamos 4 personas de las 14 que empezamos la expedición. La jungla tiene muchos peligros, claro, y el veneno en sus cantimploras, más.

Una vez delante de la fuente, y aún extasiados por encontrarnos en esa situación, era hora de poner en marcha la segunda parte de mi plan. Saqué mi revolver y maté a mis acompañantes. ¿Por qué compartir algo como aquello? Yo sería inmortal, y compartiría el fruto de esa fuente con cualquiera que pudiese pagar el exagerado precio que pondría a cada botellita de agua de ese tesoro. Nadie sabría jamás la localización de aquello.

Yo bebí, claro. Y soy inmortal. Puedo asegurar que lo soy. Realmente, no sé qué me podría matar. Supongo que si algo me despedazase o me cortase la cabeza, sería mi fin. El problema es que eso no pasará. Confié en que sabría encontrar el camino de vuelta, pero no fue así. Me perdí.

No debía pasar por esa zona pantanosa. Y ahora aquí me encuentro.
No puedo respirar. Los pulmones me estallan, me arden, estoy retorciéndome de dolor mientras pienso esto. ¡Maldita fuente! No puedo morir, y me espera una eternidad de angustiosa inmovilidad debajo de estas arenas movedizas.