miércoles, 11 de abril de 2012

Algo épico

Allí estábamos, bajo aquel tejado. El cielo estaba descargando toda su furia en la tierra.
El crepitar de la lluvia que sonaba encima nuestra se tornaba ensordecedor con esas tremendas gotas que debían tener el tamaño de peritas de agua.

Se escuchaban voces apenas audibles. El nerviosismo se palpaba entre mis valerosos guerreros.
Yo mandaba allí. Para cosas como esta se me nombró Capitán.

- Caballeros - Interrumpí sus pensamientos.- Hoy estamos aquí, desafiando a la naturaleza, para demostrar que no somos menos que nadie. Para demostrar que si hemos llegado hasta aquí, venciendo a todos los que se oponían a nosotros, no ha sido por casualidad.
Cuando esta larga aventura comenzó hace meses, nos tildaron de inocentes, de locos. No fueron pocos los que tacharon de suicidio nuestra gesta. Muchos nos decían que queríamos morder más de lo que podíamos masticar, que no podríamos llegar al final. ¡Que caeríamos!. ¡Que seríamos derrotados!. ¿Y qué decimos nosotros ahora? No hablamos con palabras. Hablamos con hechos. ¡Con hechos!

Saldremos de aquí, de estos cuatro muros que nos guardan, para meternos en la boca del lobo. En las fauces del infierno. Puede que los truenos de esta tormenta inyecten miedo en nuestros corazones, pero eso nos indica que seguimos aquí, y que tenemos algo que perder. Los que cayeron ya no pueden sentir ese miedo, sentiremos lástima por ellos cuando tengamos tiempo. Ahora no lo tenemos, ahora debemos vencer. Ahora o nunca, compañeros. No habrá piedad. No habrá retirada ni rendición. Plantemos cara como si no hubiese mañana. Salgamos y demostremos de qué pasta estamos hechos. No quiero dudas, no quiero debilidades. No nos darán una segunda oportunidad. ¡VAMOS, VAMOS, VAMOS!


Salimos todos en bloque de nuestro cobijo, desafiando la tormenta. Desafiando todo cuanto tuviésemos delante, ya no había marcha atrás. Nos pusimos en formación y esperamos. Allí estaban ellos.

Con mi ya de por sí implacable presencia, la lluvia cayendo en un ángulo de 45º, el viento que azotaba la húmeda ropa, mi afilado cabello cayéndome por la frente, nuestro precioso escudo en el pecho, junto al corazón, y mis botas, más brillantes aún por la lluvia, parecía un héroe. Aquel al que debes enfrentarte una vez has vencido a todos los demás. Aquel al que todos quieren parecerse.
Un relámpago destruyó la monotonía de un cielo encapuchado, pero haría aún más legendaria aquella batalla. Ya había llegado el momento.

Se oyó un pitido por fín. Lo que me recordó dos cosas.

Que tenía que ganar este partido, y que debía de dejar de tomarme el fútbol tan en serio.

2 comentarios:

  1. Jajajaja y yo pensando q staban en una dura batalla jajajaja

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  2. Jajajaja y yo pensando q staban en una dura batalla jajajaja

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