jueves, 29 de diciembre de 2011

La feria

Desde un primer momento, al llegar, a mí me extrañó que en plena calle de la feria (sólo era una calle), a las 2 de la mañana, hubiese menos de 10 personas por allí deambulando. Estaba todo encendido con música por todas partes pero ni rastro de gente divirtiéndose.

Mi sexto sentido me hizo ponerme en alerta. La última vez que tuve esa sensación fué cuando un espíritu se quejó de mi presencia en una sesión de ouija y tuve que marchar, para acto seguido ver como se incendiaba la casa, así que sabía que algo podría ocurrir de un momento a otro y no bajé la guardia. Como mi teléfono no tenía batería, le pedí el móvil a uno de mis amigos para grabar unas imágenes y dejar constancia de ello. Como con la bruja de Blair. Más tarde ese video fue analizado por varios expertos con diferentes opiniones.

Mi gente aparentaba tranquilidad. Había risas y bromas. Puede que el sólo tener cinco sentidos como la mayoría de personas, les mantuviese en ese estado. Quizá no se habían dado cuanta del ambiente y la sensación que se respiraba, o no le dieron la importancia que debían. Yo, que he experimentado hechos, digamos, no naturales, sabía que lo que flotaba en el ambiente no era normal.

Como decía, apenas 10 personas. O más bien debería decir figuras, moviéndose a lo lejos. Yo me acerqué a una mujer de pelo cano que se movía lentamente. Quería preguntarle el por qué de una feria tan vacía. Sin embargo, recibí el silencio como respuesta. Sólo me miró, sin detenerse, con unos ojos negros que daban vértigo. Al mismo tiempo, sentí un susurro de aire helado que me hizo tener un escalofrío. La mujer pasó por detrás de una máquina de punching oxidada, pero no salió por el otro lado.

La cosa empezaba a ser un tanto, demasiado, extraña.
A nuestra espalda, el "Kanguro" se puso en marcha. Movía sólo dos de sus brazos, para divertir a las cuatro personas que ocupaban sus dos respectivos habitáculos. Sin embargo, se movía lentamente, y las caras de esas personas reflejaban aburrimiento o tristeza. No sé, como si estuviesen condenados a montar en el canguro durante toda la eternidad. Quién lo puso en marcha o quién lo pararía era un misterio, no había nadie en la caseta ni los alrededores.

Los coches de choque estaban vacios, aunque la música machacona de los 90 inundaba el ambiente.
Había un detalle del que sólo me dí cuenta yo y que no quise compartir porque los demás ya comenzaban a ponerse algo nerviosos. Había coches en mitad de la pista y no se veía por ningún lado al típico gitano que los aparca a los lados. Todo tenía pinta de haber estado funcionando hasta hace bien poco... pero no había absolutamente nadie cerca de la pista. Ni siquiera el feriante.

Pasamos cerca de un tiovivo de esos para niños pequeños. La verdad es que siempre me han parecido siniestros los tiovivos de caballos, pero éste se llevaba la palma. El cacharro daba vueltas, pero no había ningún niño montado. Lo que sí se escuchaban eran, aunque apenas audibles, unas risas infantiles.

Sugerí mantenernos juntos, aunque ellos ya lo habían pensado y formábamos una piña conmigo al frente.
Ellos sabían que la vida ha hecho de mí un monstruo demasiado grande como para poder tumbarme, y que tengo más experiencia que el pasado. Sin embargo, esta situación se me iba un poco de las manos. Me daba a mí que lo que estábamos viviendo era algo que no íbamos a poder controlar.

Pasamos cerca de una caseta de esas de lanzar dardos. El feriante no estaba.
Extrañamente los dardos estaban clavados por toda la pared de la caseta, no en las dianas, las cuales estaban ya comidas por el tiempo, con unos globos descoloridos y deshinchados. Había muñecos de la serie "Dinosaurios" colgados como premios, la verdad es que se veía un tanto antiguo. Habría apostado a que estaba abandonada sino fuese por la música y la iluminación.

Vimos que una figura, vestida de negro, se paró en mitad de la calle, a unos 50 metros, y nos miró. No pudimos verle bien la cara, pero era muy pálida. Se metió en una especie de carpa de circo, que tenía pintado por fuera unos payasos bastante tétricos. Yo sugerí ir tras él y entrar, pero no fue una idea muy popular, ya estaban demasiado asustados y tiraron de mí para marcharnos de ese lugar cuanto antes.

Antes de marcharnos, recogí un panfleto que estaba clavado en una de las casetas. Ponía algo de las fiestas de 1993, pero apenas se podía leer nada más. No sé por qué, pero algo me dijo que no debía enseñarlo. Mejor así, no quería complicarlo todo más.

Al día siguiente, cuando ya nos íbamos para casa, pasamos cerca del descampado donde estaba la feria el día anterior. Digo "estaba" porque allí no había rastro de fiestas. Ni atracciones, ni caseta... nada. Estaba desierto. Por no haber, no había boletos de la tómbola ni tickets por el suelo. Simplemente, no había nada.

He investigado un poco, y parece ser que en 1993 ocurrió una desgracia en las fiestas en esa zona, y que fueron linchados varios feriantes gitanos debido a la muerte de un niño que desapareció en una de las carpas, apareciendo su cuerpo mutilado días después. Los demás feriantes, indignados, maldijeron el pueblo de mil y una formas distintas. Dicen que de vez en cuando se oye música en zonas en las que no hay nada. Es una leyenda urbana que se cuenta y que nadie cree o deja de creer. También he descubierto que han desaparecido varios niños años atrás en estas fechas, siempre de fuera del pueblo.

Sencillamente, esas fiestas, no eran tales.

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